18 diciembre, 2013

LUISA GEISLER (Brasil,1991)



ABRIGO DE LANA, RAYO DE SOL, OLOR A JAZMÍN Y VASO DE VODKA
Chequeo si todavía llevo puesta toda mi ropa. Falda, blusa, abrigo de lana, botella de Stolichnaya. Pies descalzos en el pasto frío y mojado.
Noche con un leve olor a jazmín en el aire, la luna llena ilumina el lugar, constato que, cuando uno vomita, no es solo vómito lo que sale. El ardor viene después.
No es solo esa pasta pegajosa la que quema la garganta. No. Hay algo más allá de la sensación de un estómago que rechaza todo lo que tenía dentro. Algo más allá de eso semisólido que pasa por tu garganta tan rápido que no sientes que quema.
A veces hay que forzar el vómito hacia fuera. Vomitar las entrañas.
Pero te quedas con ese gustito amarillo en la boca. La garganta duele. Algo hay al ver todo eso expulsado sobre el césped húmedo. Curiosidad y orgullo al mirar lo que salió de ti.
“Lo hice yo, sí”, y te fijas si lo que vomitaste es natural, amarillento. Te fijas si tiene el olor que los otros vómitos tienen. Como cuando te quitas la cascarita de la piel. Ah, necesitas fijarte.
Pero no es eso lo que sacas afuera. El alivio.
Las bulímicas no vomitan porque adelgaza. Vomitan porque les quita la culpa de haber comido.
Ese castigo que en el fondo deseas porque sabes que pasaste el límite. Es esa culpa la que expulsas con la comida mal digerida, con la bilis y, en mi caso, sangre. La bebida entra, la verdad sale, ¿no es eso lo que dicen? La verdad sale en forma física.
Unos momentos antes, en el bar, el olor a cigarrillo, transpiración, desodorante y perfume. Las botellas, las luces rojizas, los cuadros baratos, la barra.
Imagina a un barman de 20 años.
Ese es Danny, con dos enes y una y. Ya se acostó con más de sesenta mujeres, viajó por todos los continentes menos África y cursa Derecho y Gastronomía al mismo tiempo. Eso es lo que él dice, ok.
A mí medio que me importa un carajo lo que dice, mientras me pase la botella de Jack Daniel’s y se olvide de pedírmela de vuelta.
Generalmente se olvida.
Entre un trago y otro, subo a la barra, grito, algunas prendas de ropa me desaparecen.
Desnuda, las personas se olvidan. Se olvidan que yo era una tremenda residente de cirugía en el Hospital de Clínicas de la USP, se olvidan de que eso no me gustaba nada, que desistí, que simplemente dejé de ir a clases, que intenté matarme.
Un día, prueba desnudarte.
Cuando te miran las tetas, las personas ignoran tus cicatrices.
No pienses que me quiero defender o victimizar.
Yo solo quiero la vida que tiene todo el mundo. Siempre lo quise. Todo el mundo quiere la vida que todo el mundo tiene, por más idiota que suene. Mirándolo bien, todo el mundo se siente desplazado con relación a los otros. Pero se puede ver que todo el mundo es igual a los otros en los otros. Todo el mundo se siente muy outsider, muy diferente, único, creativo y especial.
Adivina, rayo de sol, no lo eres.
¿Viste ese momento en que sientes que todo lo que haces es inútil y poco creativo, inservible? Se llama criterio. O la voz de Dios.
Para muchos, puede ser solo la madre.
Y cuando me quito la blusa, la gente me mira. Por un milésimo de segundo yo significo algo para un tipo, en una fiesta, en algún lugar. Me es indiferente si me recuerda o si me habla. Irrelevante. Cuando me quito la falda, muchos me dan dinero, muchos me hacen ofertas para pasar la noche, muchos quieren conocerme.
Un tipo una vez me dijo que me amaba. Gritó que íbamos a ser muy felices juntos. No sé si es algo sincero, pero no quiero ser una prostituta. No quiero ser la novia de nadie, como en una serie norteamericana.
Una carrera, una vida tuya, una botella de tequila, nada de eso te va a despertar un día por la mañana y decirte “no te amo más, chau”. “No está funcionando.”
Yo me quiero. Sola.
Quiérete.
A veces le miento a un tipo diciéndole que voy a chupársela si me compra una botella de Absolut Vodka. Una vez me la compraron. Fue el mejor vodka de mi vida.
Miente una vez, promete algo que sabes que no vas a cumplir. Diviértete con las expectativas ajenas y cómo van cambiando.
Yo solo quiero bailar y beber.
Just dance, gonna be ok. Lady Gaga invadiendo mis oídos.
Baila.
Entonces Danny me pasa la botella de Stolichnaya. En general, ya hay algunas chicas bailando conmigo. No me importa. A veces los tipos dicen que nos besemos, nos toquemos, nos agarremos las tetas, el culo, nos demos un beso triple, cuádruple.
Si quiero, lo hago.
Una de las chicas es Manu. Fue de intercambio a Irlanda por ocho meses, no aguantó llegar al año. Llamaba a la casa todo el tiempo, se la pasaba mandando fotos y mensajes en internet, emborrachándose con Guiness en Dublin. Volvió loca por la cerveza. No aprendió nada de inglés, pero absorbió bien la cultura local. Uno aprende lo que necesita.
Me gustan las mujeres que bailan conmigo, las entiendo.
A uno le gusta lo que puede entender. Pasa la mayor parte de la vida intentando entender las cosas, si no, todo pierde significado. Y sin significado, solo resta la muerte.
Todo el mundo le teme a la muerte.
Yo tengo miedo de vivir una vida sin significado. (No hace falta vivir para siempre; vivir solo una vez ya es suficiente si has vivido bien). Por eso es fácil que a uno le gusten los libros, las películas, las relaciones. El significado lo tienes vomitado en la cara. Lo que te tiene que gustar, cómo, lo que tienes que hacer, lo que pasa en el final, cómo chupársela con Halls negro.
Encontrar el significado de las cosas, ese es el desafío.
Mira bien. Encontrar el significado, no darlo. Tanta gente dice que la mierda de la entrada al cine es importante porque fue cuando el novio y blablablá…
Calla.
Las cosas tienen un significado mensurable. Dar un significado es arriesgar, adivinar, es el valor aproximado. No se discute el significado. Tu hijo no vale más que el de la vecina solo porque es tuyo.
Las personas deberían callarse más seguido.
Hay momentos en que quisiera que todo el mundo cerrara la boca.
En esos momentos, me gusta desnudarme en público. Bailar, beber. Entonces las personas a mi alrededor paran. Los hombres hablan de mi cuerpo, lo elogian. Nadie más habla de mi madre, de mi padre, de la bebida, de hombres, de noviazgo, de metas, de empleo, de clínicas, de salud, de psiquiatra. Quietos.
No estoy segura si realmente hice un streap-tease para los tipos del bar. Nunca estoy segura. No me interesa. Nunca sé con claridad si fue todo alucinación, si soñé o si lo hice realmente. Alucinaciones de borracha. Quizás mi vida entera sea una alucinación de borracha. A nadie le importa, las personas parecen olvidarse.
Todo el mundo se olvida.
Olvídate de todo lo que sabes hasta ahora.
Uno va viviendo, va olvidando. Hay hechos de los que oíste hablar, cosas que leíste, noticias, lo viste en una película, lo viviste, lo imaginaste. Vas viviendo y confundes las cosas, realidad, imaginación, tropiezas con los dos, te acuestas con uno, le vomitas al otro, repites los procesos. Es así que tienes que hacer, mmm, eso creo.
Sé que mi botella de whisky se transformó en una de vodka y sé que estoy vestida. Sé que vomité en el césped y la sensación es de alivio.
Sé que mis brazos y piernas apenas aguantan y que me quité los tacos. Llevo los zapatos en la mano y siento el pasto frío y mojado en la planta del pie.
Imagina a un tipo de unos veintipico de años. Con esa barba de tres días, pelo desmechado, sonrisa, chaqueta de cuero. Alto, jeans caros y demás. Imagina que él me está esperando en su automóvil.
No sé cómo, pero sé que voy a pasar la noche con él. Tomo un trago más de vodka. El trago baja y quema garganta abajo limpiando el gusto del vómito.
Que se joda, resaca de vodka es mejor que de whisky.

 *Prêmio Sesc de Literatura (Sesc Prize for Literature) en 2010 por su libro de cuentos breves Contos de Mentira
su página http://luisageisler.tumblr.com// 

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