02 enero, 2013

Loreley El Jaber (Argentina, 1972)


Perdido durante siglos, el primer mapa de la Argentina, confeccionado por Ruy Díaz de Guzmán, confirma la existencia de pueblos originarios, pero también incluye apuntes para  dominarlos de sus tierras. 

 Un país malsano (fragmento) de Loreley El Jaber (2012, edit. Beatriz Viterbo).

El espacio del Río de la Plata: imagen cartográfica y discurso en el siglo XVII.

El mapa de Ruy Díaz de Guzmán. En 1612 Ruy Díaz de Guzmán escribe La Argentina y, al hacerlo, elabora la primera historia orgánica de la conquista rioplatense escrita por un mestizo y el único libro del conjunto de relatos de la conquista del Río de la Plata que posee un mapa de este territorio confeccionado por el propio cronista. Pero este mapa no se distingue tan sólo por ser el primero de la región, es también el primero elaborado por un mestizo, el primer mapa de un espacio conquistado y por conquistar que realiza un hombre de armas que nunca llega a trasponer los límites del continente en el que nace.

(…) Ruy Díaz hace referencia explícita a la imagen cartográfica que ha realizado y que le ofrece, junto con este “humilde y pequeño libro”, al duque de Medina-Sidonia, Conde de Niebla y Marqués de Gibraleón. El mapa, al que remite en su crónica y que posee un lugar físico en su libro, fue durante algún tiempo una realidad meramente discursiva. El hecho de no haber sido encontrado entre los manuscritos de su obra hizo que la explicitación de su existencia fuera sobrevolada por avisados lectores, omitida en las ediciones posteriores y paulatinamente olvidado.

Recién hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, de mano de historiadores y cartógrafos, comienza a otorgársele un lugar de estudio a esta carta. En 1894, Estanislao S. Zeballos publica una reproducción parcial del mapa, en el que se basará para su alegato sobre la cuestión de límites con Brasil. En 1903, Félix Outes reproduce la parte costanera de esta imagen cartográfica. Unos años después, en 1905, Daniel García Acevedo realiza el primer estudio bibliográfico-crítico de esta representación, en el cual confirma la autoría de Ruy Díaz y donde publica una reproducción completa de la misma. Posteriormente, en 1914, gracias a la intervención de Paul Groussac, vuelve a ponerse en circulación el mapa junto con los abordajes y lecturas que hasta entonces se habían realizado sobre él. En los Anales de la Biblioteca Groussac ahonda en ciertas hipótesis relacionadas con la vinculación entre la crónica y la carta, intentando leer conjuntamente ambas textualidades. En 1936, durante la primera conferencia argentina de coordinación cartográfica, Guillermo Furlong refiere y clasifica la imagen en cuestión como “el primer mapa del Río de la Plata”. En los sucesivos estudios que realiza sobre cartografía colonial rioplatense hace constante referencia al aporte significativo de esta representación y discute con quienes cuestionaron la autoría del cronista mestizo. Enrique de Gandía, estudioso de la figura de Díaz de Guzmán, de su obra y del período señalado, comenta la existencia del mapa pero no se atiene a su análisis.

Lo cierto es que salvo estos contados casos, ningún otro historiador o geógrafo volvió a publicar esta carta completa ni se dedicó a su estudio.

En el ámbito literario, el olvido o la desatención de esta representación también ha sido una marca común. En su documentado tomo “Los Coloniales”, Ricardo Rojas exhuma gran cantidad de fuentes históricas que resultan productivas a la hora de emprender el análisis crítico de esta obra, pero no hace mención alguna al mapa ni a los estudios realizados sobre él. Lo mismo sucede con la crítica contemporánea que prescinde del mismo a la hora de abordar La Argentina.

Sea cual fuere la razón de tal omisión, de todos modos no puede desconocerse que este mapa forma parte del libro y es explicitado como objeto de referencia; no puede dejarse de lado el hecho de que este cronista haya decidido construir un mapa, no una imagen alegórica ni ilustrativa, sino una representación cartográfica claramente significativa en el contexto de producción y de recepción de esta crónica.

Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta la relevancia que la inscripción visual y discursiva de esta carta tiene en el cuerpo de La Argentina, el mapa no parece ser simplemente un texto paralelo en el que es posible reparar sino parte integrante de la historia que se pretende escribir. Por eso, su inclusión como parte del relato exige que sea tenido en cuenta al realizar cualquier tipo de acercamiento a esta obra.

Radiografía de una conquista. Territorio, nombre y utilidad. Guillermo Furlong se refiere al mapa atribuido a Díaz de Guzmán y comenta: Tosco en su forma, fantástico en su delineación general, contiene este mapa del Río de la Plata tantos detalles, tantos pormenores en la enumeración y situación de pueblos hispanos y habitantes indígenas, que bien puede decirse que es el primer mapa del Río de la Plata. Es inferior al de Gaboto, y aún al de del Cano en la configuración topográfica, pero su riqueza toponímica es enorme.

Mediante esta primera representación, Ruy Díaz declara la existencia del Río de la Plata pero también, inevitablemente, de sus habitantes. En un doble efecto, y fiel a la dualidad que lo define, incluye a los seres originarios de este espacio. Los indígenas poseen su lugar en la imagen, las tierras que ocupan se hallan demarcadas por la inscripción gráfica del nombre de la tribu o de su asentamiento pero no son representadas, como habitualmente sucede en el mapa colonial occidental, mediante espacios libres, “vaciados de habitantes y de sentidos”.

Ruy Díaz se aboca a la producción de un objeto ligado a la conquista y a Europa, al mismo tiempo que ofrece un amplio espectro toponímico indígena que afirma la presencia de un espacio (ocupado y practicado) preexistente a la producción europea.

Sin embargo, no puede desconocerse que esos nombres indígenas están inscriptos en un marco político-cultural claramente identificable con el imperio español, lo que obliga a refuncionalizar las lecturas y rever los objetivos de tales inclusiones en el mapa. (…)

Díaz de Guzmán produce una carta de una “gran riqueza toponímica” porque es a través de tal diversidad nominativa y de la ubicación en que se halla cada una de esas naciones indígenas, que puede ofrecer a su señor un futuro uso imperial de estas tierras.

Gran parte de los pueblos indígenas poseen un nombre que aparece especificado en la imagen, de este modo el receptor del libro leerá en el texto las características de cada grupo particular y podrá reconstruir los itinerarios a trazar de acuerdo con la peligrosidad o docilidad de los proveedores de tierras, mujeres y alimentos.

Si nos detenemos en el estudio de las cualidades narrativas de este mapa, observamos que se especifican los poblados indígenas y sus ubicaciones espaciales –“pueblos xarayes”, “Yndios guxarapos”, “querandís”, “pueblo matara”, “pueblo de los indios del paraguarani”– así como se detallan las características funcionales de algunos de éstos: “gente puyguara, labradores”, “guaycurúes, que no labran”. También se da cuenta de rasgos físicos que los distinguen entre sí, desproveyéndolos de su nominación original: “pueblo de los indios frentones”, “región de gigantes”, “enanos, pueblos”. Ruy Díaz apela a la óptica del receptor y, por un lado, advierte: “poblado de gente bárbara”, “Río de los pates, indios bárbaros”, “guaycuruz gente belicosa”; por el otro, informa los alcances de la conquista territorial y humana ya realizados: “reduzion de yndios”, “pueblo de los gurrare, esclavos”, “esclavos bárbaros”.

En la imagen se describen también características del territorio en las que reparar, importantes especificaciones espaciales para una futura incursión eficaz: “río poblado”, “tierra de lagunas”, “arenas gordas”, “valle muy poblado de indios”, “el gran río Paraná, innavegable”, “tierra no sabida”.

La representación cartográfica de Ruy Díaz de Guzmán puede ser leída como una verdadera hoja de ruta que da cuenta de toda la información necesaria para un conquistador que no conoce completamente el espacio en cuestión, incluyendo también extensiones y pertenencias: “desde aquí a la mar hay 600 leguas”, “Baya de la corona de Castilla”, “confines de la Corona de Portugal”



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