21 septiembre, 2012

María Juliana Villafañe(Puerto Rico)


AURORA Y SUS VIAJES INTERGALÁCTICOS(fragmento)
 Ella vivía en aquella casona que le parecía una nube blanca. Desde que murieron sus padres se sentía flotando en una nebulosa de sueños. Llenaba sus horas de soledad escribiendo los relatos que brotaban como nardos de su frondosa imaginación. Angela, su tutora y amiga, y Jandro, el jardinero, la observaban por las noches mirando la obscuridad, caminando por los senderos de las estrellas en busca de nuevas historias.
     Había una estrellita muy especial, un lucero brillante a quien Aurora llamaba Milsy. La traviesa estrellita la invitaba a recorrer el mundo de otras galaxias y Aurora sin pensarlo, se iba a acompañarla. En sus escapadas con Milsy, Aurora fue descubriendo otros mundos. En ellos aprendió que más allá de su  planeta Tierra, entre las nubes y las estrellas, no importaban las apariencias, había algo mas importante que confirmar las cosas en un laboratorio, que no todo se explica científicamente.
     Aurora necesitaba quien creyera en ella. Por eso soñaba con encontrar a su Príncipe de Otra Galaxia que un día vendría a buscarla.
     Una noche mientras paseaba por los cielos tomada de la mano de su amiguita Milsy, se cruzaron con un astro fugaz, era el Príncipe de Otra Galaxia. Fue sólo una fracción de segundo, pero le bastó a Aurora para saber que era él.  Sabía que era su alma gemela.
     Un buen día su amigo Kixt, jefe intergaláctico de otra especie, la despertó de madrugada. Cada vez que la llamaba le daba una cosquilla en el corazón, como si le pasaran algodón en la piel. Era una señal y entonces ella le daba entrada a su amigo para comunicar.
     Ese día le contó, que su amigo Siul, un príncipe de otra galaxia, sabiendo que él era muy andariego, le preguntó si conocía a una chica que se había cruzado en su camino. Le dijo que en su mirada vió reflejada la bondad de un alma buena. Esa intensidad en la mirada, más que la imagen, era lo que nunca olvidaría. Kixt, supo inmediatamente que se trataba de Aurora, pues era lo mismo que ella hacía unos dias le había contado. El Príncipe al saber que ella era del Planeta Tierra se había sentido un poco asombrado. Sabía que en el Planeta Tierra los seres intergalácticos como él casi no existían y no eran muy queridos, que allá negaban toda existencia que no pudieran entender. Se animó al pensar que si la vió en un viaje astral, ella sería diferente. Fue por esto que le pidió a Kixt que la localizara e hiciera una cita con ella para verse.
     “Dice el Príncipe Siul, que el próximo domingo del calendario de la tierra, vayas a una montaña que se llama “El Yunque” y ahí lo esperes. Se reconocerán por el brillo de sus ojos. Debes buscar el nacimiento del manantial de la montaña, pues da el agua más cristalina. Ahí será el encuentro”
   Ese domingo Aurora se fue a la montaña en su alfombra de blancos ropajes, su nube favorita. Esperando el encuentro todo le parecía mas hermoso. Se sentó a orillas de la charca a esperar. Pasaron unos quince minutos, minutos que le parecieron una eternidad. ¿Qué cosa era eso de lo eterno? ¿Sería como no tener medida ni espacio?
    En ese momento en que estaba tan distraída con sus pensamientos, algo le llamó la atención. Era una voz que le decia “amiguita, amiguita, ayúdame por favor”. No era como la voz interna de Kixt, la escuchaba con los sentidos. Miró hacia sus pies y ahí estaba una latita toda mohosa, aplastada, con sus ojitos enormes, de pestañas largas, casi cerrados y sus brazos de gelatina, mirándola con tristeza. La tomó en sus brazos y le preguntó.  “¿A tí que te ha pasado?” La latita, a quien Aurora llamó Morena por el color oscuro que tenía cuando la encontró, comenzó a relatarle su odisea de cómo llegó allí.
Aurora, emocionada por el relato de Morena, la sostuvo contra su pecho y le dijo: “ no te preocupes que ya estás a salvo, yo te llevaré al hospital de latas y te pondrán bien.”
   Un astro fugaz en esos momentos cruzaba la montaña, vestido de arco iris. Aurora, con morena en su mochila, siguió el arco iris hacia la cima de la montaña. Lo vió enseguida, ahí estaba, sabía que tenía que ser él. Le brillaban los ojos con una luz intensa, tan intensa que se veía reflejado en ellos el túnel por el que pasa la vida.
   La llevó a lugares inimaginados. Se bañaron de silencio, nadaron en el manantial más cristalino. Se despidieron con la promesa de volver a encontrarse en el bosque y nadar juntos en el mágico manantial.
  Mientras eso sucedía una luz como el reflejo del metal de una lanza atravesó los árboles en ese momento. Era Kixt quien le resolvió el problema de vida a Morena, bañandola con su luz. La hizo inmortal con un material intergaláctico, desconocido en la tierra, para que cuando fuera al hospital de latas siempre la pudieran sanar. Sería un secreto entre ellos.
   Pasaron unas semanas y Aurora no supo del Príncipe Siul. Al no recibir ningún mensaje, ella decidió ir en su nube al bosque. Sintió horror al llegar a la charca y encontrarla llena de lodo. Un mal presagio la invadió. Desde ese nefasto dia rehusó salir de su habitación. En vano eran los esfuerzos de sus amigos de la región. Todas las noches Milsy se acercaba pero no conseguía que penetrara ni un rayito de luz. Se fue en busca de Kixt, para que la ayudara.  El pobre se sintió frustrado porque no podía lograr que ella le respondiera. ¿Estaría perdiendo sus dotes telepáticos?
  Aurora no entendía lo que le estaba pasando. Quería vivir y no sabía cómo. Esa noche una de las empleadas de la casona le dejó una bandeja llena de frutas,  jugos, queso y galletitas en la mesita al lado de la cama. De repente escuchó una voz casi imperceptible, pero cerca: “amiguita, amiguita, aquí estoy para ayudarte”. Sintió unas manitas en su pelo que la acariciaban. ¡Era Morena¡ Linda, llena de nuevos colores, lejos de ser aquella latita de la montaña.
  “ Ay Aurora, si supieras que hace días que llegué a tu casa. Pasé trabajo en la fábrica donde me enviaron al salir del hospital, para encontrarte. Yo quería volver a verte y que supieras que estaba bien. Ayer escuché en la cocina a dos empleadas comentando la pena que sentían de que su niña estuviese tan enferma. Asi que luché para conseguir salir de allí enseguida, y aqui me tienes”.
 Aurora  le contó todo lo ocurrido a Morena, quien no podía creer que esa fuera la misma chica que la salvó en la montaña. “Vamos a ver, ¿de dónde sacaste la conclusión de que el Príncipe Siul no va a volver?”  “Morena, es que ha pasado tanto tiempo desde que se fue, ni siquiera un mensaje ha enviado.”  “Dime, ese tiempo del que hablas que él se ha tardado, ¿es tiempo de del planeta tierra o tiempo de él?” Aurora la miró sorprendida por la pregunta. “Pues…el nuestro por supuesto”.  “Y sabes cómo es el tiempo para él, si ni siquiera sabes de dónde proviene? ¿Y si para él, por ejemplo, en vez de meses, han pasado segundos?” Aurora levantó la mirada con un brillo nuevo, un hilo de esperanza se reflejó en su rostro.
   Aurora pidió al cielo una señal que le indicara que todo estaría bien. Una luz brillante entró por la ventana y las iluminó. Ambas recibieron un baño de luz muy especial. Era una señal del Universo, una luz de esperanza, esa energía vital para poder crecer, evolucionar, tener fe en sí mismo y sobre todo, saber esperar.
de Viajes Intergalácticos (2003)

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