24 enero, 2012

CATE CAPRILES (Venezuela)

LA CASA INOLVIDABLE


Hace rato que comparto mi vida en un lugar que me brinda muchas satisfacciones. En este lugar cohabitamos varias personas: Un ciego maravilloso —que no siempre lo fue—. Un sordo inigualable, el cual tampoco nació sordo. Un mutilado apasionado que en un arranque de exacerbación emocional, se cortó una oreja y un aparente anoréxico que contaba con una poderosa voluntad capaz de movilizar un ejército completo.

Este lugar está dispuesto hacia el levante y nos brinda al amanecer, iniciativas diversas, las cuales nos permite disfrutar de largas conversaciones enriquecedoras. En las acogedoras butacas siempre se pueden observar las cálidas huellas de quienes, con el mejor de los ánimos, comparten conmigo sus conocimientos sin egoísmo.

Como dije antes, llevamos una vida en la que participamos de interesantes momentos. A mí, porque puedo encontrarlos en cualquier instante y siempre están. A ellos, por que les gusta ser encontrados y siempre ofrecen alguna sorpresa inesperada. Jamás pierdo la ilusión de compartir sus vidas, a la hora que se me antoje, siempre están dispuestos.

Cuando busco al compañero ciego, me hace reír con su humor preñado de ironía y su deseo de enredarme con sus conjeturas llenas de la más pura ficción. Como en aquel momento cuando lo acompañé en su aventura por Tlön. Me decía con una seguridad absoluta: "Los metafísicos de este país no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica." Que gran cuestionador es este compañero, dígame cuando trató de convencerme de que en las regiones más antiguas de Tlön, la duplicación de los objetos perdidos era una cosa común y corriente, me decía con absoluta convicción que si dos personas perdían un lápiz, la primera que lo encontraba se quedaba callada pero la segunda no se inquietaba porque encontraba un segundo lápiz. Realmente me maravillaba que tal cosa pudiera ocurrir, cuando mi candidez estaba por aceptar tal cosa, descubría una sonrisa disimulada bajos sus párpados ligeramente entornados. Así es él y me encanta su estilo.

Mi otro amigo, sordo, me hace pasar ratos de verdadera expansión espiritual, a veces me cuenta como aún siendo joven, le tocó en suerte aparecer en un mundo político ajustado a lo que él siempre había entendido como debía ser, para desarrollar su actividad profesional. Fue el primero, me decía, que tuvo conciencia de su misión artística. Por ello, como espíritu creador que era, exigió que le tratasen como a un señor poderoso, su arte, me decía, así lo reclamaba. Ya habían pasado los días en que si no estaba protegido por un señor real, su misión más que difícil era imposible. Siempre le agradecía al gran Napoleón tal cosa. Esta convencido que un creador genial es un elegido. Sonaba a petulancia para oídos que no lo conocieran lo suficiente, pero tal cosa no es cierta, continuaba: "Seguí mi camino, sin preocuparme de tener un cargo y unos ingresos seguros como la mayoría de mis colegas. Me dediqué solamente a obtener lo que yo consideraba merecía mi profesión" En este aspecto era un revolucionario. Yo lo comprendía bien. La libertad o independencia con respecto a los otros congéneres es una bandera que me encanta ondear. Por esta razón, nos entendíamos siempre. Recuerdo el día que me comentó que llevaba un pesar escondido. Muy pronto comenzó a sentir molestias en los oídos, que para él era una verdadera tragedia, fue perdiendo paulatinamente la audición, desencadenando su mal humor que lo apartaba del mundo social, al guardar para sí tragedia tan inoportuna.

Me cuenta, que llegó a implementar un medio para oír su música: con un papel hacía una especie de embudo que acercaba al piano para percibir las vibraciones sonoras, hasta que llegó el momento, en que ni esto podía satisfacerlo. Entonces, decidió usar su memoria y es aquí cuando me regala una bella sinfonía, (él las llevaba numeradas) y ésta en particular, la sexta, estaba llena de sonidos de la naturaleza. Realmente, me dije, puedo vivir con su presencia siempre.

Cuando no hablaba con mis compañeros anteriores, me encontraba con mi amigo el mutilado, quien con su emocionalidad de siempre, me llevaba a ver su último trabajo. Me contagiaba su entusiasmo por aquellos colores tan brillantes, donde un amarillo reverberante, permitía comprender su alegría al dar por terminado aquél trabajo. Pero, claro, esa alegría no le duraba mucho. Su intensa vida espiritual lo llevaba a cambios de humor constante. Su hermano, a quien le escribía infinitas cartas, era el único que lograba llevarle un poco de tranquilidad. A veces, se enfrascaba en discusiones con otros colegas que parecían no tener fin. ¿Cómo era posible que no le entendieran su perspectiva cuando la plasmaba? "Te apuesto una oreja que yo tengo razón", le decía a uno de sus confrontadores y el otro riéndose se marchaba dejándolo lleno de una ira incontrolable. Nunca le perdonó que se fuera a vivir a una isla del Pacífico. Para calmarlo en esos momentos de arrebato, le mostraba un libro donde aparecían sus más hermosos girasoles y una sonrisa le iluminaba el rostro, interesado nos quedábamos viendo otras reproducciones y así nos pasaban las horas de verdadero placer.

Cuando en ocasiones me siento impaciente, viene en mi auxilio ese ser tan especial, que casi se me parece al santo Job, pero de esta época. Su figura de aspecto anoréxico y de estatura pequeña no demostraba la fuerza interior de que era capaz. Con una voz suave, siempre logra calmar mi inquietud. Vivió muchos años con los ingleses, a quienes llegó a conocer muy bien. Condición que le serviría para sus propósitos cuando regresara a su país. Su misión siempre fue la de conciliar a los más arrebatados coterráneos, como abogado que era, utilizaba sus conocimientos sin apasionarse, elaboró su ejemplar doctrina de la acción no violenta, primero, para defender a sus compatriotas del racismo imperante y segundo, demostrarles que sí se podían obtener buenos resultados en cualquier contienda. Cuando le decía que siempre me había parecido mágico su lugar de origen, me respondía con una sonrisa llena de compresión, que de mágico no había nada, sólo recursos místicos para sobrellevar una vida muy compleja, pero agradecía que me sintiera atraída por su país. Al terminar nuestra conversación, me dejaba con mejor ánimo para continuar mi vida. Al fin había encontrado un hogar a mi medida. No me fallaban nunca mis compañeros y cuando nos visitan otros amigos, mi mundo se convertía en una casa inolvidable.

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