19 diciembre, 2011

Florencia Abbate (Buenos Aires, Argentina, 1976)



Enero / 2002

Era una mujer casi tan alta como yo, jovial y elegante. Me explicó que buscaba a su hijo Agustín, que se preocupó porque estuvo dos días llamándolo a toda hora y no contestaba nadie, que fue a tocarle el timbre y que el portero del edificio le dijo que lo había visto conmigo. Al principio la miré descolocada. Parecía una de esas escenas en que la madre pasa a buscar a su hijo por lo de un compañerito y conversa con su par. La hice entrar y le pedí que esperara mientras iba a buscarlo. Fui al cuarto y encontré a Agustín sentado en el suelo, filmando las tapas de los discos. Le avisé que su mamá estaba en el living y alzó la cabeza y me miró como si le costara un esfuerzo descomunal entender. Se levantó torpemente y me siguió. Cuando llegamos al living, ella estaba parada ante el portarretratos que tiene la foto de Horacio y la miraba muy fijo. Era extraño. Su figura doblada hacia delante parecía a punto de tambalearse y caer, como si la firmeza de su bello cuerpo fuese amenazada de pronto por un viento de sorpresa o de duda.

Miraba la foto con una expresión inquisitiva, tanto que sin querer hablé en voz baja y le dije “Perdón”, porque era tal su concentración que debí sentirme inoportuna. Al ver a Agustín junto a mí pareció volver en sí, sonrió y se acercó a darle un abrazo.

Con la aparición de su madre terminaron los tres días que él pasó en casa. Papá viajó a Salta en Año Nuevo. Agustín vino a eso de las seis de la tarde y se quedó a festejarlo conmigo, se fue quedando... Fue hermoso y sin embargo me siento incapaz de reconstruir uno por uno esos días... No sé cuándo pero sé que le dije que desde que nos vemos me ocurre algo raro: a veces tengo mucho dolor, y reconozco el dolor en mi cuerpo, pero yo no estoy ahí sino en alguna otra parte, con él, y entonces el dolor ya no logra esclavizarme... Sé que una noche evocamos de nuevo el momento en que irrumpió como un superhéroe en apuros, y susurré “Estás totalmente equivocado en lo de quién le salvó la vida a quién aquella tarde...”. Sé también que me hizo mirar en su cámara las tomas que filmó en este tiempo. Lo más sorpresivo fue el principio: Yo no acertaba a entender que ese rostro dado vuelta era el mío, observándolo a él a metro y medio de la baranda del balcón. Le pregunté qué era esa figura tambaleante y respondió “Decime vos. Hay que mirar mejor”. Entonces me di cuenta y fue como si me reencontrara a partir de un recuerdo y me resultase grato, y a la vez como si no pudiera ya reconocerme en aquello que esa imagen me estaba proponiendo, y la mirada se volviese hacia adentro y pensara “Qué lejos estoy y ni siquiera pasaron cuatro meses” (¿quién soy? ¿quién era?)

Hoy Agustín llegó con un cachorro Fox Terrier que le regaló su hermano. Dijo que le encantó que Federico haya tenido la idea de regalarle un perro, y que él se sintió mal porque no se había acordado de comprarle el regalo de cumpleaños que al parecer le debe. Me propuso que lleváramos a Warhol, así se llama el perro, a conocer mi balcón, y eso hicimos. Salimos al balcón y nos sentamos a mirar la calle. El perro estaba parado entre nosotros y movía la cola. Agustín se rió y dijo que la presencia del perro nos hacía parecer una extraña familia.

—Mirá esas personas en la otra vereda, ¿qué están pensando?
—Ni idea.
—Concentrate y decime. ¿Qué están pensando en este momento?
—Cosas que piensa una persona.
—¿Cuáles son?
—Depende...
—Debe haber algunas cosas que piensan siempre, todas las personas.
—“Algún día me voy a morir.” Eso lo debemos pensar todos.
—Ahora decime qué es lo que están pensando esas personas ahora, esperando el colectivo. ¿No te parece que están en otra parte?
—¿En dónde podrían estar?
—En la intimidad.
—¿Dónde?
—Mirá las caras. ¿No te da la sensación de que hay secretos en todas esas caras?
—A ver, cerrá los ojos, Agustín. Cerralos...


de EL GRITO, Capítulo VI. FLORENCIA ABBATE, EDIT.EMECÉ, BUENOS AIRES,2004.


Escritora, periodista y Licenciada en Letras. Publicó la novela El grito (Ed. Emecé, 2004), el volumen de cuentos para chicos Las siete maravillas del mundo (2006), los poemarios Neptuno (2005), Los transparentes (2000) y Puntos de fuga (1996), la investigación Él, ella, ¿ella? Apuntes sobre transexualidad masculina (1998), Deleuze para principiantes (2001), Literatura latinoamericana para principiantes (2003) y el libro-objeto Shhh…(2002).
Dirige la editorial independiente Tantalia y da clases en la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Realizó una residencia en el Banff Centre for the arts (Canadá) y otra en Berlín (Alemania, DAAD).
Colaboró en numerosas revistas (3 Puntos, La mujer de mi vida, El porteño, Latido, Artefacto, TXT, Surcos en América Latina -Chile-, Diario de Poesía, Insula -España-, etc.) y en los suplementos culturales de los diarios Perfil, La Nación, El País, Página/12 y Clarín. Armó y el prologó de Una terraza propia, antología de nuevas narradoras argentinas (Ed. Norma, 2006).

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