12 noviembre, 2011

Lucy Araújo (Cuba)



ESTRIDENCIAS

Llega al parque y se acerca a las flores que huelen a mar. A esa hora no pensó que alguien fuera a depositar un ramo al lado de la estatua. Entonces se acercan tres hombres y la obligan a que se detenga. Grita, pero nadie, ni siquiera la pareja, la escucha. Los tres hombres la desnudan y ella pide auxilio. Pasan unos estudiantes y miran hacia un banco del cual vino el grito, aunque no ven a nadie. No ven que los tres hombres acomodan a la muchacha debajo y de nuevo ella grita, un poco más bajo. Ahora son dos ancianas que vienen de la iglesia, una le pregunta a otra si no escuchó un murmullo en aquel banco. Su amiga dice que no y se asombra. Los tres hombres ya están muy excitados y la muchacha solloza, la arrastran a otro cercano y le pegan cuando se resiste. Vienen dos niños con unos patines y se los ponen: «Mira, Orlando, como si fuera sobre la nieve». El otro, un moreno de ojos chispeantes, sonríe: «Lo que más me gusta es cuando me impulso en la esquina». Pasan cerca del banco y el moreno da un traspiés al lado de los tres hombres desnudos. La muchacha, que tiene un hilo de sangre cerca del labio superior, estira la mano e intenta apoderarse de la pierna del niño. Cuando ya casi lo consigue, grita para que él repare en ella, en cambio este se pone de pie y dice: ¡Qué raro, Orlando! Sentí como si alguien me tocara, ¿y no escuchaste un murmullo? Orlando responde que no y lo insta a apurarse. La mujer está desmayada, y el más alto dice con tono asustado: «Creo que la hemos matado», pero otro le pone el oído izquierdo en el pecho y aclara que está viva. Ahora es una guagua con un rótulo y de ella desciende un grupo de estudiantes. Maité le pregunta a Zenia si va a dar la fiesta y se sientan frente al banco donde la mujer se lamenta. Ya los tres hombres huyen después de mirar hacia todos lados. Entonces se da cuenta de que está sucia, y el sabor de la sangre en la boca le da miedo: «¡Ay, Dios, auxilio, ayúdenme!» No encuentra la ropa y se arrastra hasta el banco donde conversan Maité y Zenia. Allí ve el vestido con floripones verdes que se estrenó en su cumpleaños, las dos estudiantes están encima de él, y ella estira la mano; cuando casi va a coger la tela, Zenia y Maité tropiezan con sus dedos. La rubia se asombra: «¡Qué raro! ¿No te pareció que alguien hablaba cerca?» La amiga le contesta: «Sí, y como si hubiera tocado una mano». Justo en ese momento se quedan mirando a la mujer que está sentada cerca de ellas. Es ya mayor, pero se le nota cierta belleza. Cuando pasan por su lado ven cómo permanece extasiada, observando la pareja de recién casados. La novia con el traje largo y blanco, una niña aguanta la cola y el novio le dice al oído que tenga cuidado al bajar. Entonces Maité se fija en que la mujer se pone de pie y acomoda su vestido con floripones verdes, mira por última vez a la pareja que sale del parque y se dirige con lentitud hacia la estatua. Los estudiantes se van también y el bullicio desaparece. Ella queda sola, frente a las flores que de nuevo huelen a mar.

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