23 septiembre, 2007

Marina Colasanti - Etiopía 1937, Brasil -

Siete años y siete másÉrase una vez un rey que tenía una hija. No tenía dos, tenía una, y como sólo tenía esa, la quería más que a cualquier otra.

La princesa también quería mucho al padre, más que a cualquier otro, hasta el día que llegó el príncipe. Entonces ella quiso al príncipe más que a cualquier otro.

El padre, que no tenía otra a quien querer, pensó que el príncipe no servía. Ordenó investigar y descubrió que el joven no había acabado los estudios, no tenía posición y su reino era pobre. Era bueno, dijeron, pero, en fin, no era ningún marido ideal para una hija a quien el padre quería más que a cualquier otra.

Llamó entonces el rey al hada, madrina de la princesa. Pensaron, pensaron, y llegaron a la conclusión de que lo mejor era hacer dormir a la muchacha. ¡Quién sabe! Quizás en el sueño soñaba con otro y se olvidaba del joven.
Dicho y hecho, dieron una bebida mágica a la muchacha, que se durmió enseguida sin decir ni buenas noches.

Acostaron a la muchacha sobre una cama enorme, en un cuarto enorme, dentro de otro cuarto enorme, a donde se llegaba por un corredor enorme. Siete puertas enormes escondían la pequeña entrada del enorme corredor. Cavaron siete fosos alrededor del castillo. Plantaron siete enredaderas en las siete esquinas del castillo. Y pusieron siete guardias.

El príncipe, al saber que su hermosa dama dormía por obra de la magia, y que así pensaban apartarla de él, no tuvo dudas. Mandó construir un castillo con siete fosos y siete plantas. Se acostó sobre una cama enorme, en un cuarto enorme, a donde se llegaba por un corredor enorme custodiado por siete enormes puertas, y comenzó a dormir.

Siete años pasaron, y siete más. Las plantas crecieron alrededor. Los guardias desaparecieron bajo las plantas. Las arañas tejieron cortinas de plata alrededor de las camas, en las salas enormes, en los enormes corredores. Y los príncipes durmieron en sus capullos.

Pero la princesa no soñó con ninguno que no fuera su príncipe. Por la mañana, soñaba que lo veía debajo de su ventana tocando el laúd. Por la tarde, soñaba que se sentaban en la terraza, y que él jugaba con el halcón y con los perros, mientras ella bordaba en el bastidor. Y por la noche, soñaba que la luna estaba alta y que las arañas tejían sobre su sueño.

Y el príncipe no soñó con ninguna que no fuera su princesa. Por la mañana, soñaba que veía sus cabellos en la ventana, y que tocaba el laúd para ella. Por la tarde, soñaba que se sentaban en la terraza, y que ella bordaba, mientras él jugaba con los perros y con el halcón. Y por la noche, soñaba que la luna estaba alta y que las arañas tejían.

Hasta el día en que ambos soñaron que había llegado la hora de casarse, y soñaron un casamiento con fiesta y música y bailes. Y soñaron que tuvieron muchos hijos y que fueron muy felices por el resto de sus vidas.


Traducción de Antonio Orlando Rodríguez y Sergio Andricaín (del original “Sete anos e mais sete”, en Uma idéia toda azul, de Marina Colasanti. Rio de Janeiro: Editorial Nordica Ltda., 1979).

Marina Colasanti nació en Asmara, Etiopía, en 1937. Pasó gran parte de su infancia en Italia y, en 1948, se trasladó con su familia a Brasil, donde ha vivido desde entonces. Escritora, periodista y pintora. Para los niños y jóvenes, ha escrito obras como Una idea toda azul (de donde proviene el cuento que reproducimos), En el laberinto del viento, Ana Z., ¿adónde vas?, La mano en la masa, Entre la espada y la rosa y Lejos como mi querer.

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